Compañeros de Vuelo
  
Compañeros de Vuelo.


Por políticas de la compañía en la que laboro, hubo un tiempo en que tenía que realizar las reservaciones de vuelos a través de una página de internet que pertenece a la agencia de viajes con la se tiene acuerdo comercial y la cual seguía las políticas precisas de gastos de los clientes.

El motor de decisiones en el que esta basado dicha página es muy extraño pues asignaba las rutas de vuelo más extrañas que uno se puede imaginar. Me tocó realizar escalas en lugares que nunca agendé en mi plan de vida pero por decisión de ésta página, fui a dar a los mismos. Muchas veces llegaba a esos lugares para un simple “stop and go”, en otras hacía escala de uno o varios días para siquiera ver como se comportan los lugareños y conocer por lo menos si el aire que respiran en esos lares es similar al que respiramos en mi pueblo.

Una de esas rutas raras por las que me tocó transitar, y que a la postre resultó memorable, fue aquella que partía de Caracas, arribaba a Panamá, continuaba hacía la ciudad de México para finalmente seguir hasta Dallas cuando normalmente mis vuelos a Caracas los realizó a través de Miami, Atlanta y Houston. Los vuelos directos diarios desde Dallas fueron cancelados tiempo atrás y sólo hay (o había) uno los fines de semana.

El día de mi partida de Caracas, me dirigí al aeropuerto preparado mentalmente para el vuelo multi-escalas que me esperaba, aproveché, sin embargo, para hacer una pequeña parada de 4 días en la ciudad de México, sacando ventaja que me quedaba en el camino.

Una vez en el avión, empezó uno de los trayectos más particulares (inolvidables, extraño, premonitorio y, luego me di cuenta, necesario, por las despedidas involucradas) que he tenido. Lo especial de éste viaje no lo hizo el destino, ni las escalas, ni la comodidad, el asiento asignado o la aerolínea que me transportaba sino por los compañeros que me tocaron durante los dos vuelos que tenía que tomar para llegar a la ciudad de México.

Inicialmente, pensaba en lo desafortunado que había sido que se me asignara un asiento central, prefiero los pasillos o la ventana. Esta ocasión no fue así, los vuelos estaban sobrevendidos y de milagro alcancé lugar. Pronto me daría cuenta que el hecho de estar en el asiento central en ambos vuelos lo convertirían en un viaje especial.

Ya estando en el avón, a mi izquierda se sentó una persona de una estatura similar a la mia, semi calva, delgado, de brazos delgados pero fuertes cuyas venas resaltaban y de color de piel relativamente claro. Desde que llegó se arrumbó en su puesto y no dijo nada. A mi derecha se sentó un venezolano (supe la nacionalidad de éste hombre más tarde), un poco más alto que yo, de tez dura, con muchas cicatrices en el rostro, piel morena oscura, cabello quebrado y que no hacía para nada juego con su atuendo, ni su porte, ni la aparente seriedad que mostraba.

-Si me encuentro a este individuo de noche por la calle, le daría toda la plata que trajera sin que él dijera media palabra - pensaba, aunque sé que eso de juzgar los libros por la portada no es bueno pero decidí aplicar el “piensa mal y acertarás” que me ha sacado de muchos apuros.

Una vez que ya habíamos entrado todos los que componíamos ese miniuniverso aéreo, se nos informó por el altavoz que saldríamos con media hora de retraso porque habían detectado que uno de los “leds” del tablero de los pilotos no funcionaba correctamente y lo reemplazarían en unos minutos.

-Mientras no sea el led de apagado y encendido todo esta bien -pensé en voz alta.

-O el indicador de combustible. -dijo la persona a mi izquierda.

-Si, porque el led de incendios no es necesario, cuando uno empieza a oler a pollo rostizado uno mismo sabe que estamos en apuros.

Nos reímos ligeramente y sacó una libreta para hacer anotaciones, ahora que lo recuerdo me imagino que se estaba pirateando el chiste.

El venezolano nos volteó a mirar con una mirada que no supe si era de preocupación por el vuelo retrasado, de complacencia con los chistes macabros o de repudio a los mismos.

-No esperaba menos de ésta aerolínea –dijo con muy mal talante la persona de mi izquierda.

-¿Es mala? Es la primera vez que vuelo con ellos -pregunté.

-Siempre tienen retrasos pero es una aerolínea segura, hace mucho que no hay un registro de incidentes graves en la misma que yo recuerde – guardó su cuaderno de notas y se recostó contra la ventana dispuesto a dormir la siesta.

El venezolano seguía serio, abrió un libro que resultó ser una Biblia, de la cual se notaba bastante usada por las constantes lecturas y las anotaciones que alcancé a notar en los espacios en blanco que quedan a la orilla de los párrafos (¡Que metiche! Pensarán los lectores… que observador, pienso yo) y se puso a leer, pero notaba que estaba inquieto por los movimientos constantes que hacía en el asiento y que era inevitable no percibir, recordé una frase que tenemos en mi pueblo para tales situaciones y que, obviamente, no me atreví a decirle -¿No te puedes estar quieto? Tienes lombrices en el estómago o ¿qué?- pensaba. Por otro lado, también pensaba que lo que necesitaba era hablar con alguien.

Volteó y me dijo -¿Usted cree que me esperé mi siguiente vuelo en Panamá?

-No lo sé ¿a qué horas salé?

-No estoy seguro, es la primera vez que viajo en avión y no entiendo los boletos muy bien todavía.

-Permíteme tu boleto ¿vas a Cancún? –nada “güey”, me dije a mi mismo- muy bien, tenías una hora para la conexión, vas a contar con 10 o 5 minutos más o menos para alcanzar tu vuelo. Si las puertas de arribo y partida están cerca, entonces no creo que tengas problemas pero da por hecho que tus maletas no van a llegar.

-¿Por qué diez o cinco minutos si sólo vamos a ir retrasados treinta?

-Vamos a aterrizar con treinta minutos de retraso, de allí a la puerta de desembarco, serán como quince minutos más, si tenemos suerte. Bajar del avión, que afortunadamente no es muy grande y estamos cerca de la salida. Otros cinco minutos, considerando que abran la puerta inmediatamente. Tu tiempo comienza a contar cuando aterricemos, no antes. Vas a llegar muy apretado a tu conexión, eso si deciden esperarte, algunas aerolíneas cierran sus puertas unos minutos antes. Aún así, da por hecho que tus maletas no llegan. Pero no te preocupes, la misma aerolínea te coloca en el siguiente vuelo. Si el vuelo sale hasta mañana, entonces vas a tener que conseguirte hotel.

-No traigo maletas, sólo mis documentos, lo que traigo puesto, un portafolio pequeño y la Biblia. No traigo ni siquiera dinero. -sonrió- Si me retrasan el vuelo hasta mañana ¿Me puedo quedar en el aeropuerto? –He de haber puesto una cara de crucigrama porque no le hallaba sentido a lo que me acababa de decir.

-A ver, vas a Cancún y no llevas maleta ni dinero, no entiendo.

-Voy a predicar la palabra del señor. La iglesia a la que pertenezco me compró el pasaje y me dijeron en que fechas debería estar allá y, pues, aquí voy.

-¿A Cancún? Las tentaciones van a estar fuerte... si pasas un “spring break” allá sin corromperte, entonces el camino del Señor es definitivamente lo tuyo ¿Cuánto tiempo piensas andar por allá?

-Voy a estar seis meses con opción a quedarme más tiempo –Este “güey” si que me da envidia.

-Pues, por lo menos un traje de baño y ropa interior hubieses sido necesarios para semejante viaje ¿No crees?

-El señor proveerá.-dijo.

-Pero también dijo “Ayúdate que yo te ayudare” -dijo mi acompañante de la izquierda, sin abrir los ojos y sin levantarse de su posición de descanso-, mejor la sé yo que no creo en eso –eso si es ser metiche.

-¡Este...! –dije con pena ajena- ¿Te estarán esperando en el aeropuerto?

-Si.

-Y ¿Si pierdes el vuelo?

-No lo sé.

-Tienes un teléfono con quien comunicarte.

-Si, me dieron un teléfono a donde hablar.

-Yo que tú les iba marcando-le dije.

-Intentaré hablarles desde Panamá –dijo.

-¿Tienes cobertura en Panamá? –como iban las cosas pensé que su Señor no le iba a echar la mano en algunos detalles.

-Le puse cien Bolívares de saldo a mi teléfono ayer –dijo con una sonrisa enorme y con una inocencia que no me quedó de otra más que decirle.

-Olvídalo mi estimado, ese teléfono no va a tener saldo en Panamá, mejor cuando lleguemos allá vemos si alcanzas el vuelo y si no, llamamos desde mi teléfono a quien tengas que llamar, yo tengo más tiempo para mi siguiente conexión. Vas a ciegas por lo que veo.

-No hermano, el Señor ha sido muy generoso conmigo, me ha sacado de los caminos distorsionados por donde andaba y hoy, hoy tengo la oportunidad de devolverle a los demás el poder de El. Yo vivía en la calle, hice sufrir a mi familia, era un adicto, robaba para poder mantener los vicios, el señor me abrió un camino y es tiempo que yo le regrese algo a él, sé que él me va a cuidar –Ahora entendía porque no me cuadraba su imagen, vestía como predicador pero tenía un porte de malandro que no podía con ella pero la forma como se expresaba y la pasión y enjundia que le echaba a su discurso me convencían de que realmente era una persona que había encontrado una nueva forma de vida y quería demostrar cuan agradecido estaba.

–¿Has leído la Biblia hermano? –Me preguntó.

Yo no sé qué cara habré puesto pero me imagino que fue alguna de los muchos rostros que me acompañan cuando tengo una congestión mental pues eso me rompió muchas ideas de lo que pensaba de ésta persona.

-No-contesté.

-¿Y nunca te ha interesado leerla? –Volvió a preguntar.

-Alguna vez leí pasajes cuando era niño y durante mi adolescencia también lo hice pero nunca jamás lo volví hacer porque consideraba el libro un poco anacrónico, pero fueron observaciones de entonces, me imagino que si la leyera hoy en día tendría un concepto diferente.

-Deberías hacerlo, encontraras paz en el mismo, al recorrer las páginas encontraras muchas verdades que en ningún otro lado hallarás.

-¿A qué iglesia perteneces?

-A la iglesia del Señor de las.... (Me dijo un nombre tan largo que hasta pensé que me estaba dando alguna contraseña para una cuenta en Suiza).

-Y ¿Por qué Cancún?

-He estado predicando aquí en Petaré ¿Lo conoces?

-Conozco parte pero no mucho... es un barrio muy peligroso ¿no?.

-Si hermano, Mateo dijo “....” -me echo un rollo largo y finalizó con los números con los que finalizan cualquiera que lea y haga referencia de la Biblia. Después vino Juan, Génesis, entre otros, acompañados con el mensaje correspondiente y las referencias finales. No podría decir con certeza que tenía una buena memoria porque yo solamente tengo una idea remota de las referencias bíblicas y a lo mejor me estaba echando un rollo de su invención y ni modo de quitarle la Biblia y preguntarle -“A ver ¿Qué dice en la página mil ciento cincuenta, párrafo dos?”. En ese momento, lo que más me preocupaba era que iba subiendo más y más la voz conforme su apasionamiento crecía y los vecinos empezaron a sentirse incómodos con las lecciones del Señor del predicador. No tanto por las referencias a la Biblia sino por como acomodaba esas referencias para dar un mensaje propio, no puedo decir si estaba sacando de contexto a las mismas o las estaba empleando en el contexto correcto por mi desconocimiento del tema.

-Interesante, déjame decirte que tu no pareces predicador pero entiendo el porqué –lo interrumpí.

-Cuando viví en la calle vi a varios amigos morir asesinados, me salvé en un par de ocasiones yo mismo. El señor me tenía destinado una tarea especial y ahora sé cuál era esa tarea.

-Creo que no entendió el mensaje del Señor, el mensaje era que hiciera con su vida un pepino y ahora anda alborotando las mentes de otros incrédulos -dijo al aire mi compañero de la izquierda, en la misma postura de antes y sin abrir los ojos nuevamente, a mi me agarró fuera de lugar- Cada vez que salgo de Panamá siempre me encuentro vuelos retrasados, seguramente el Señor representante de la persona de al lado interviene para fastidiar.

-¡Je!-No se me ocurrió decir algo más- ¿Algún viaje de negocios?

-Si, pero a veces me fastidia, yo quiero estar en casa trabajando en lugar de ir a visitar clientes pero mi esposa es la cabeza del negocio de la familia y me mandó a negociar precios con unas personas por acá -abrió por fin los ojos.

-¿De qué son su negocios? Si no es mucha indiscreción. –Digo, ya que estamos metiéndonos donde no nos llaman, pues pasemos con todo de una vez hasta la cocina.

-Vendemos y compramos ganado.

-Buen negocio, supongo.

-Sube y baja. Lo que me gusta de Panamá es que se puede vivir relativamente tranquilo, tener una buena finca y hay muy buenos negocios pero la comida es una bazofia, me quiero regresar a Francia. –No sé porqué cambió el rumbo de la conversación pero me agarré del hilo que arrojó.

-¿Eres francés? No tienes acento.

-Si nací y crecí allá pero desde muy joven he andado de un país a otro, estuve en Brasil dos años, luego tres en Costa Rica, tres en Nueva Zelanda y meses por aquí y por allá hasta que conocí a mi esposa, que es panameña, en uno de esos viajes, nos casamos y me vine a radicar a Panamá. Llevo ya diez años viviendo allí. Lamento mucho que tengamos que escuchar toda la basura que vienen diciendo para mi eso es una pérdida de tiempo, personas como la que viene al lado, que deberían de ponerse a trabajar en algo productivo no andar lavándole el cerebro a las demás personas. -A mi me sorprendió la serenidad del predicador porque no replico nada en absoluto, sólo se limitaba a escuchar, creo que fue una lección de poner la mejilla, supongo.

“Señores pasajeros, les informamos que el problema del led ha sido resuelto y que procederemos a partir inmediatamente, no hay aviones delante de nosotros por lo que no habrá más tiempo de espera en la pista, les agradecemos su paciencia, favor de abrocharse los cinturones de seguridad y apagar cualquier aparato electrónico, todos aquellos aparatos que tengan “ON” y “OFF” deben de estar en “OFF” en estos momentos (así lo dijo, literalmente)… “-Las medidas de seguridad de la aeromoza continuaron mientras el avión empezaba a ser desplazado de la puerta de salida hacía la pista.

Volteé a ver al predicador y noté que se estaba apretando el cinturón demasiado fuerte, los nervios no afloraron en él… hicieron erupción, su cara se veía un poco descompuesta y pronto se descompondría en su totalidad por la conversación que siguió.

-La idea del cinturón de seguridad no es para ser usado para detener nuestros pantalones en su lugar si no para que no salgamos volando en caso de turbulencia. Deberías aflojarlo un poco. Esto no es como la montaña rusa. –Sólo recibí una sonrisa muy nerviosa de respuesta.

-Si sabías que los vuelos son muy seguros ¿verdad? -Le dije nuevamente tratando de aflojarle un poco los nervios.

-Si, pero los que fallan… fallan –dijo el francés, haciendo que el color de la piel del predicador se diluyera aún más rápido y casi igualara la del francés.

-Tranquilo, aflójate el cinturón no sea que te lastime no vas a poder ni respirar... en verdad el cinturón no debe ir tan apretado –le dije.

-Así voy bien, gracias –se le notaban varios tics en la cara, como parpadeo rápido y una sonrisa que era, no era, era, no era…

-Si... cuando chocan los aviones no queda nada de uno, ni el cinturón siquiera –añadió el francés- además estamos en manos de tu Señor.

-En eso tiene razón –agregué- si algo falla, vas a conocer al Señor en persona ¿no te daría gusto? –ya para estas alturas el predicador estaba al borde del desmayo.

Cuando el avión comenzó agarrar vuelo para despegar, el predicador ya iba empotrado en el asiento y agarrado con todas sus fuerzas en los descansa brazos, sudando copiosamente, con los ojos bien abiertos y de ves en cuando sacando su pañuelo de su bolsillo para limpiarse la frente. A mi me dio pena, parece que todos tarde o temprano pasamos por esa etapa, alguna vez me dio a mi y se siente uno bien miserable. Cualquier tumbo o ruido que haga el avión en vuelo y uno se pone atento a escuchar si ya íbamos de picada o si el avión se estaba partiendo en dos.

Durante el vuelo, no volvió a decir nada durante la primera media hora y creo que los nervios o el stress lo cansaron y se quedó dormido hasta la hora que llevaron el almuerzo aéreo a los cuales siempre les hago “bypass” pero nuestro predicador lo devoró. El francés también lo evitó.

Después del almuerzo, el predicador quedó “noqueado” nuevamente mientras yo me enfrasqué en una charla muy amena con el francés, le bajó dos rayas a la pedantería que mostró al principio y me platicó de muchos lugares por los que anduvo, me recomendó lugares, restaurantes, bebidas, comidas, libros. Un hombre con demasiado mundo y extremadamente culto. A cambio, yo le devolví luz sobre las costumbres “tenochas” así como de lugares que él quería visitar en México.

Cuando entablas una conversación amena o estas pasando un rato muy agradable, el tiempo fluye como agua y pierdes la sensación de medición del mismo, en cuanto menos lo pensamos nos anunciaron el descenso y prepararon la cabina para el mismo, unos minutos después, el golpe del tren de aterrizaje al tocar tierra despertó al predicador y se volvió a aferrar al descansa brazos.

-Relájate, ya aterrizamos ¿Tienes todas tus cosas a la mano? –le dije.

-Si.

-Bueno, estemos preparados para salir rápido.

El vuelo aterrizó sin novedad, en el aire recuperamos como diez minutos, el carreteo en la pista fue como de quince minutos, pero en lo que abrieron la puerta y bajamos pasaron como diez minutos también.

Al bajar del avión, el predicador comenzó a caminar como gallina suelta. El francés sólo dijo “au revoir”, ya me había recomendado donde comer algo relativamente aceptable dentro del aeropuerto, pero no seguí su consejo pues iba a la mismísima ciudad de México y quería llegar con mucha hambre a casa de mi madre cuyas manos desplegaban magia cuando tocaba cualquier alimento que ella preparaba, por muy simple que éste fuera, tengo hermanas que heredaron esa magia yo sólo le heredé su facilidad para soñar e imaginar.

-¿A donde vas? Hay que ver los monitores para ver donde sale el siguiente vuelo – Le dije, aunque fue una tarea que no realizamos porque la aerolínea empleada tenía implementado un método infalible para hacer saber donde estaba dicha puerta, precisamente porque sabían que en el vuelo que arribaba de Caracas venían varias personas con destino a Cancún.

A dos puertas de distancia había cuatro representantes de la aerolínea en cuestión gritando a todo pulmón

-¡A Cancuuuuuuuuuuuuuuuuuuuún! … ¡A Cancuuuuuuuuuuuuuuuuuuuún! … ¡A Cancuuuuuuuuuuuuuuuuuuuún! … ¡A Cancuuuuuuuuuuuuuuuuuuuún!

Nos dirigimos inmediatamente hacía allá y cuando llegamos a la puerta le dije que se subiera y le desee suerte pero él se detuvo, volteó y me dio un abrazo de agradecimiento bastante fuerte y después de bendecirme se fue.

-¡Buen viaje! Y no te perviertas que ya habemos muchos de éste lado de la acera -le alcancé a decir.

Después comencé a buscar la puerta que correspondía a mi siguiente vuelo y una vez localizada, me senté y comencé a escribir esta historia. Al pasar de los minutos, noté que empezaron a llegar muchas personas a dicha puerta, identifiqué inmediatamente a los “tenochcas” por el acento pero lo que atrapó mi atención fue un grupo en extremo numeroso que llegó con aspecto de campesinos recién sacados de sus parcelas, muchos de ellos con las típicas bolsas de plástico, “cachuchas” o sombreros de palma y muchos otros con aquellas bolsas de manta tradicionales que usan para cargar el itacate o sus instrumentos de trabajo. Se me estaba antojando preguntarles si no las vendían.

Al llegar a la puerta se comenzaron a tomar fotos por doquier, incluso al lado de los anuncios que están en los pasillos de American Express, Delta, Copa Airlines, el restaurante de al lado, etcétera. Uno de ellos me pidió sacarles una fotografía al grupo a lo que accedí, les saqué un par de ellas con una cámara Sony digital un poco vieja pero bien empleada.

Me dí cuenta que éste también iba a ser un vuelo muy particular.

Una vez transcurrida la espera, abordamos el avión y si mis compañeros del vuelo anterior fueron singulares, los de éste vuelo se llevarían la tarde.

A mi derecha se sentó una muchachita de unos 16 o 17 años que llevaba un perro pequeño en su bolso, ella, lo supe más tarde, era mexicana-dominicana, padre mexicano, madre dominicana. A mi izquierda un campesino puro con sombrero, la bolsa de manta mencionada colgando al lado. Después me enteraría que la mayoría de las personas que iban en vuelo eran compañeros de él, aunque conocidos de hace poco tiempo en ese momento.

Iban atiborrados de “recuerditos”.

Cuando anunciaron que íbamos a despegar se hizo un silencio súbito y no se escuchó más que el ruido de los motores del avión y los anuncios correspondientes de seguridad. Las aeromozas se han de haber sentido contentas porque les toco un numeroso grupo que les estaba prestando mucha atención a las indicaciones que estaban dando. La muchacha del perrito se persignó y guardó silencio.

Cuando fin despegamos y alcanzamos la altura donde se nos permite emplear los aparatos electrónicos, los de la fila de enfrente comenzaron a cantar “México lindo y querido…” y que se arranca toda la raza a cantar al unísono.

Siempre he dicho que subir a las aerolíneas mexicanas o en un avión atiborrado de mexicanos es todo un folclore, pero esta se llevó el premio mayor.

-Vienen todo juntos ¿Verdad? –pregunté al señor campesino que estaba a mi lado.

-Si-replicó.

-¿De donde vienen? –Disculpe mi “metichería”.

-Venimos de un congreso agrícola que se llevó a cabo en República Dominicana, las confederaciones se organizaron para mandarnos a participar.

-Todos son del mismo lugar, me refiero de la misma zona agrícola.

-No, somos de varias partes del interior y nos dedicamos a diferentes cosas.

-Llegando a México ¿toman otro vuelo?

-Los compañeros que van a Sonora y a Chihuahua si, pero los demás nos vamos a la central camionera, yo voy a la del Poniente.

-¿Usted de donde es?

- De Michoacán “anca” los Reyes.

-Adelante del Paricutín yendo desde la ciudad de México ¡Por donde los “Chorros del Varal”!

-¡Ujule, si conoce!

-Ese es uno de mis estados favoritos además mi Madre es de allá ¿También tienen la costumbre de dar vuelta a la plaza? –A quien conoce Michoacán sabe a que me refiero con lo de “esas vueltas”.

-Todavía… aunque ya hay algunos pueblos donde se perdió esa costumbre pero si está en edad para casarse o quiere conseguir novia bonita, vaya a Sahuayo.

-Alguna vez fui, pero hace mucho tiempo.

-¿De “onde” es su mamá?

-¿Conoce Zináparo?

-No “pus” ya me ganó, no lo conozco.

-Esta a “tiro de piedra” de la Piedad

-Ese si conozco.

Y se inició mi travesía final hacía México acompañado de estas personas tan agradables y que no pararon de cantar y tararear y compartir el “itacate” sencillo que llevaban. Las pláticas las entablamos con un español muy básico, sin recurrir a las frases o palabras “domingueras”.

Me comentaron que llevaron montones de dulces típicos para que en caso de que no pudieran comer algo, o no les alcanzara para pagar la comida, se pudieran alimentar, pero que no hizo falta pues los organizadores cubrieron todo. Al final anduvieron regalándolos en Dominicana, en el aeropuerto de Panamá y, por supuesto, nos tocaron los sobrantes en el avión. La muchacha del perro y yo nos fuimos atragantando de “alegrías”, “palanquetas” y obleas que nos iban dando en medio de toda la bulla que llevaban.

Los de la fila de enfrente eran ejidatarios de Veracruz, los de la fila de atrás de Chiapas, los del otro lado del pasillo de diferentes regiones de Michoacán, más adelante los poblanos, más atrás jaliscienses, entre otros con los que no entré en contacto directo con ellos.

Quién diría que un aparente pueblo pequeño como Los Reyes tuviera toda la actividad económica que tiene. Me enteré que el río que se transforma en la cascada del “Chorro del varal” es un río subterráneo. Que antes se plantaba caña pero ahora ya diversificaron y plantan aguacate, durazno, entre otros.

Quedé agradecido con esa forma tan particular de realizar las reservaciones que nos lleva por rutas y compañeros desconocidos y que además me permitió

por última vez

platicar,

abrazar,

compartir las anécdotas

y disfrutar a mi madre en ésta vida.

Los pormenores de esa visita también fueron muy particulares y premonitorios como ya lo mencioné pero esa es otra historia que aún hoy en día no acabo de comprender.

Lo que si puedo mencionar es que cuando le platiqué a mi madre los pormenores de los ejidatarios que conocí en el vuelo Panamá-México, mi madre me recordó que cuando niños, nosotros usábamos la palabra “Changuitiro” para insultarnos entre hermanos.

A mi madre le causaba mucha gracia ese insulto porque “Changuitiro” era, y aún es, el nombre del pueblo que esta al lado de Zináparo.